Israel ha amanecido este domingo con sensación de euforia tras haber interceptado ―con la ayuda de Estados Unidos, el Reino Unido y la vecina Jordania― un 99% de los más de 300 drones y misiles de crucero y balísticos lanzados desde el sábado por la noche por Irán, en un ataque sin precedentes que sumerge a Oriente Próximo en territorio desconocido. Era su anunciada represalia por el asesinato israelí de siete de sus mandos militares, hace dos semanas en un bombardeo contra un edificio consular en Damasco, y el primer ataque desde su territorio contra el Estado judío tras años de guerra soterrada. Sus aliados en Líbano, Yemen e Irak también lanzaron proyectiles, ha señalado a primera hora del día el portavoz del Ejército de Israel, Daniel Hagari. Israel no lo da oficialmente por concluido, pero ha reabierto su espacio aéreo ―que cerró antes de la medianoche― y los cazabombarderos que derribaron decenas de misiles fuera de territorio israelí van volviendo a la base.
El ataque ―anunciado, con drones que tardan horas en llegar y con la señal de GPS alterada para impedir el guiado de los proyectiles― no ha causado muertos (hay una niña herida de gravedad) ni apenas daños materiales. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, se ha jactado de ello con un breve mensaje con el texto: “Interceptamos, bloqueamos, juntos venceremos”. Teherán da “el asunto por concluido” y amenaza con una acción “considerablemente más severa” si Israel “comete otro error”. Todas las miradas están ahora en la previsible represalia de Netanyahu, que ya había dejado claro que iría directamente a por Irán si era atacado en su territorio, y el papel de Estados Unidos, arrastrado a implicarse en un conflicto que no deseaba.
El portavoz militar ha señalado que ningún dron penetró el territorio israelí. Solo un puñado de misiles. Insistió en que la venganza de Irán no era medida, porque lanzó hasta 110 misiles balísticos, lo que supone un “factor de escalada” que buscaba causar un daño “mucho más significativo” del que logró. En torno a las 02.00 hora local (01.00, hora peninsular española), en Jerusalén y otras partes del país se vieron estelas de proyectiles, sonaron las alarmas antiaéreas y se oyeron explosiones como las que suelen provocar las intercepciones por el escudo antimisiles.
El ataque ha servido de pegamento entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y Netanyahu, justo cuando sus diferencias en torno a la gestión de la guerra en Gaza eran más amplias y públicas. Han hablado por teléfono y Biden le ha dicho a Netanyahu que Israel ―su gran aliado en Oriente Próximo― “ha mandado un mensaje clave a sus enemigos de que no pueden amenazar eficazmente” su seguridad, al demostrar “una notable capacidad para defenderse e incluso derrotar ataques sin precedentes”. También ha anunciado que convocará al resto de líderes del G-7 “para coordinar una respuesta diplomática unida” al ataque, que llega en medio de la mayor crisis en la región en medio siglo: tras seis meses de sangrienta guerra en Gaza y de escaramuzas, cada vez más violentas, entre Israel y la milicia libanesa de Hezbolá, aliada de Teherán.
Israel ha reabierto esta mañana su espacio aéreo, que cerró antes de la medianoche. También ha levantado la orden de permanecer cerca de espacios protegidos para los residentes en lugares como Nevatim (con una base aérea que fue uno de los objetivos), Dimona (que alberga la central nuclear donde se presume que desarrolla armamento atómico) o Eilat, en la punta sur del país, con miles de evacuados de otras zonas y contra la que los hutíes habían lanzado drones desde Yemen en los meses previos. La vecina Jordania, un aliado de Estados Unidos que tiene relaciones diplomáticas con Israel desde hace tres décadas, ha interceptado decenas de los drones al penetrar en su espacio aéreo.
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Siguen en pie las medidas que el ejército israelí venía evitando desde que Teherán anunció que vengaría el bombardeo en Damasco y que decretó a última hora del sábado: la modificación de las instrucciones para la población, con la cancelación de las actividades educativas en todo el país y la limitación de las reuniones en zonas verdes a un máximo de 1.000 personas. Poco después, Netanyahu compareció ante la nación. “En los últimos años, y especialmente en las últimas semanas, Israel se ha estado preparando para un ataque directo de Irán. Nuestros sistemas defensivos están desplegados. Estamos preparados para cualquier escenario, tanto defensiva como ofensivamente. El Estado de Israel es fuerte. Su ejército es fuerte. Su población es fuerte”, señaló poco antes del anuncio del ataque con drones. “Hemos determinado un principio claro: a quien nos haga daño, nosotros le haremos daño. Nos defenderemos de cualquier amenaza y lo haremos con sensatez y determinación”, agregó.
Acción comedida
Los llamamientos en los últimos días a la contención y el contundente “No [lo hagan]”, pronunciado el viernes por Biden como advertencia a Teherán, no impidieron el ataque. La jornada había comenzado con una acción comedida de Irán sin causar heridos ni atacar directamente territorio israelí. La Guardia Revolucionaria abordó en el estrecho de Ormuz un barco con 25 tripulantes, uno de cuyos propietarios es un empresario israelí. Le otorgaba dos ventajas: mostraba su capacidad de infligir daño económico en el estrecho de Ormuz —una importante vía de paso marítima entre Irán, Omán y Emiratos Árabes Unidos— y dejaba la duda de si era solo un primer paso, en una ambigüedad importante en la guerra psicológica resuelta horas más tarde.
El carguero es propiedad de una filial de Zodiac Maritime, una de las principales compañías marítimas internacionales. La compañía pertenece parcialmente a Eyal Ofer, un empresario israelí cuyos barcos han sido atacados en el pasado. Las fuerzas iraníes bajaron sobre el barco con una cuerda desde un helicóptero y condujeron la embarcación a su país, según anunció la agencia de noticias estatal Irna. Mediterranean Shipping Company señaló que el buque tiene 25 tripulantes a bordo. Es la mayor empresa de transporte de contenedores y alquilaba el barco a una filial de Zodiac Maritime, la empresa que posee en parte el empresario israelí. Diecisiete de los tripulantes son indios, precisaron las autoridades del país.
Era, sin embargo, un golpe muy débil comparado con un ataque tan provocador (contra altos mandos militares y en un edificio consular en otro país) como el que había ejecutado Israel. Teherán venía señalando que no quería una guerra, pero tampoco dejar pasar por completo el ataque. Le haría mostrarse como débil o acobardado, lo que le colocaba ante un ramillete de malas opciones. La escogida, un ataque directo sin precedentes, tiene consecuencias impredecibles y una predecible: una contundente represalia israelí en territorio iraní, más allá de las ramificaciones en otros territorios de la zona donde cuenta con aliados.
Israel, de hecho, gestionaba principalmente hasta ahora su enfrentamiento con Teherán a través de asesinatos de científicos nucleares, ciberataques o bombardeos contra sus fuerzas o aliados en otros países, como Siria o Líbano. E Irán solía rehuir el conflicto directo para actuar a través de sus aliados, como Hezbolá en Líbano, otras milicias en Irak y Siria, los hutíes en Yemen y ―aunque con vínculos menos fuertes― Hamás, el grupo islamista que lanzó el ataque del 7 de octubre.
Tras el 7 de octubre, su jornada más letal en 75 años de historia, Israel ha dado señales de querer transformar la “ecuación de seguridad” (como la suele denominar) en Oriente Próximo. Ya venía pisando el acelerador contra Hezbolá, bordeando el desencadenamiento de una guerra total, cuando lanzó el bombardeo en Damasco hace dos semanas, que subía ostensiblemente el riesgo de conflicto. Tras el ataque del sábado, la incógnita es dónde considerará que ha “restaurado su disuasión” y adónde quiere llevar la “ecuación de seguridad”.
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