Un devastador terremoto causa al menos 2.000 muertos en Afganistán | Internacional

Afganistán ha sufrido uno de los terremotos más devastadores de las últimas décadas en el país. En el seísmo ocurrido este sábado a unos 35 kilómetros al noroeste de la ciudad de Herat murieron al menos 2.053 personas, mientras que más de 9.000 resultaron heridas y al menos 1.300 casas quedaron destruidas, ha informado este domingo en rueda de prensa Janan Sayeeq, portavoz del Ministerio de Desastres del Gobierno de los talibanes. Antes, el portavoz del Ejecutivo de los fundamentalistas, Zabihullah Mujahid, había asegurado en un tuit que los equipos de rescate continúan buscando supervivientes y cadáveres en la zona siniestrada, situada a unos 900 kilómetros al oeste de Kabul. Las imágenes de completa destrucción de precarias construcciones de adobe que están llegando desde la región de Herat hacen temer que esa cifra de víctimas siga aumentando.

El primero de los siete temblores de entre 4,7 y 6,3 de magnitud que sacudieron este sábado el oeste de Afganistán ocurrió a las nueve de la mañana, hora local —7.30 en horario peninsular español—a 14 kilómetros de profundidad y a 33 kilómetros de la ciudad de Zindah Jan, en Herat, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. En la hora siguiente, le siguieron cuatro réplicas y, dos horas después, otros dos temblores.

A primera hora de este domingo, el saldo de fallecidos ha ascendido bruscamente desde el millar del que se había informado a los más de 2.000 en que se sitúa ahora. En un país al que cuatro décadas largas de guerra han dejado con las ya muy precarias infraestructuras en ruinas, la información de zonas remotas tarda en llegar y además las operaciones de rescate y socorro que permiten acceder a las víctimas son muy difíciles de organizar. Estos factores explican en parte el abrupto salto en la cifra de víctimas de esta jornada.

La Media Luna Roja Afgana, por su parte, había confirmado un número incluso mucho menor de fallecidos, 400, según su portavoz, Irfanullah Sharafzoy. Este portavoz advirtió, sin embargo, de que ese número podría aumentar, dado que al menos 12 aldeas del distrito de Zindah Jan, en el epicentro del terremoto, han quedado “completamente destruidas”. Sharafzoy ha precisado luego que mientras que el personal de la organización humanitaria sigue buscando “entre los escombros”, se ha evacuado a los supervivientes a zonas más seguras.

La aldea de Mahal Wadakah es la localidad que ha sufrido más daños por el seísmo. Según afirmó en su comparecencia el portavoz del Ministerio de Desastres, una decena de equipos nacionales e internacionales de rescate están desplegados en la región sacudida por el terremoto. Un informe de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha calculado en 4.200 personas, miembros de 600 familias, los afectados por el terremoto.

El sistema sanitario afgano, que depende casi por completo de la ayuda extranjera, ha sufrido recortes drásticos en los dos años transcurridos desde que los talibanes tomaron el poder, el 15 de agosto de 2021. Entonces se interrumpió gran parte de la financiación internacional que lo apuntalaba. Muchas ONG nacionales y extranjeras que prestaban asistencia médica a la población se vieron obligadas a dejar de hacerlo a falta de fondos.

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La huida de numerosos sanitarios del país tras el retorno de los fundamentalistas al poder, así como la prohibición de trabajar a las mujeres por parte de los talibanes, ha asestado dos nuevos golpes a una sanidad que ahora deberá hacer frente a un número muy elevado de heridos por el seísmo, algunos muy graves. Aunque se supone que las afganas que trabajan como sanitarias pueden seguir haciéndolo, no está claro si esa excepción a la prohibición de trabajar a las mujeres, se respeta en todos los casos.

Un hombre remueve escombros en una localidad del distrito de Zindah Jan, este domingo. Omid Haqjoo (AP)

En la aldea de Sarboland, en el distrito de Zinda Jan, una zona cercana al epicentro, un periodista de la agencia France Presse ha constatado la destrucción de decenas de casas. Grupos de hombres buscaban en esa localidad, excavando con palas, a supervivientes entre los escombros de las viviendas, mientras que las mujeres y niños esperaban a la intemperie entre las ruinas, con las pertenencias que habían podido salvar expuestas al sol y al viento.

“En cuanto se produjo el primer temblor, todas las casas se derrumbaron”, declaró Bashir Ahmad, de 42 años. “Los que estaban dentro quedaron sepultados. Hay familias de las que no tenemos noticias”, añadió. “Todo se convirtió en arena”, dijo Nek Mohammad, que estaba trabajando cuando se sintió el primer temblor.

“Volvimos a casa y vimos que no quedaba nada. Todo se había convertido en arena”, explicó este afgano. “Por el momento, no tenemos nada. Ni mantas ni nada. Estamos abandonados”, añadió este hombre de 32 años.

En Herat, considerada como la capital cultural de Afganistán, los habitantes y comerciantes salieron presa del pánico a la calle al sentir la primera sacudida. Herat, a 120 kilómetros al este de la frontera con Irán, es la capital de la provincia homónima, donde viven cerca de 1,9 millones de personas, según datos del Banco Mundial de 2019.

Afganistán es un país con gran riesgo de sufrir terremotos. La cordillera del Hindu Kush, a caballo entre el territorio afgano y el noroeste de Pakistán, es un lugar de gran actividad sísmica y habitual punto de origen de movimientos telúricos. La vulnerabilidad de la población, que vive en las zonas rurales en precarias construcciones de adobe y carece de acceso a asistencia médica en su mayoría, aumenta el riesgo de que un desastre natural como el del sábado provoque un elevado número de víctimas. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU calcula que, en Afganistán, hay en este momento 15 millones de personas, de una población total de 43 millones, que dependen de la asistencia humanitaria para comer.

A finales de junio del año pasado, un terremoto similar — de magnitud 5,9— en las provincias afganas orientales de Paktika y Khost, fronterizas con Pakistán, provocó la muerte de más de 1.000 personas y unos 1.500 heridos, así como la destrucción de cientos de viviendas.

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