Dos episodios de cáncer en dos figuras de inmensa relevancia pública en el Reino Unido y en el resto del mundo: un rey, Carlos III, y su nuera Kate Middleton, esposa del heredero al trono. Dos estrategias de comunicación absolutamente diferentes: una con resultados de éxito; la otra, capaz de provocar la crisis de credibilidad más grave de los últimos años en la casa de los Windsor.
La decisión de la princesa de Gales de seguir finalmente los pasos de su suegro y contar a los ciudadanos su enfermedad ha logrado una inmensa respuesta de solidaridad y apoyo, ha frenado en gran parte las especulaciones y ha reconducido el grave fallo de comunicación del palacio de Kensington en las últimas semanas. Middleton tomó la decisión al comprobar las reacciones positivas que había logrado el rey con su anuncio, pero lo cierto es que las circunstancias personales de la princesa nunca propiciaron una solución fácil para escapar de la trampa.
Ni siquiera el anuncio de su cáncer ha logrado frenar del todo las críticas y teorías de la conspiración de las redes sociales. “Lo que de verdad me ha escandalizado es ver cómo han seguido victimizándola, y han llegado a culpar a la princesa de no haber dado la cara inmediatamente”, ha señalado en la BBC Imran Ahmed, director ejecutivo del Centro contra el Odio Digital, que expone diariamente este tipo de prácticas en las redes sociales. “Nos han hecho comportarnos con una enorme falta de humanidad, y millones de personas han acabado hablando de asuntos que son profundamente personales”, ha denunciado Ahmed.
Carlos III es el jefe de Estado del Reino Unido. Tiene una obligación casi constitucional y sin duda política de ser transparente en lo referente a su salud. No siempre ha sido así. Los médicos ocultaron hasta el final a los británicos y al propio paciente el cáncer de pulmón que acabó con la vida de Jorge VI. Su hija, la reina Isabel II, tampoco sintió la necesidad de dar explicaciones sobre su estado físico —de hierro, en general— y fue solo a través de una exclusiva periodística como los británicos se enteraron de que había sido hospitalizada aquejada de la covid-19 en octubre de 2021.
“No hay duda de que vivimos un momento extremadamente difícil para la monarquía, con el rey Carlos sometido a un tratamiento por su cáncer (…) Al revelar su problema, ha ayudado a que los ciudadanos tomen una mayor conciencia de esta enfermedad, pero lo cierto es que no sabemos detalles sobre el tipo de cáncer que padece”, señala a EL PAÍS Richard Fitzwilliams, escritor y experto en asuntos de la realeza. “Se trata de encontrar un equilibrio que resulta complicado, porque, por supuesto, los miembros de la familia real también tienen derecho a su privacidad”, señala.
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Frenar las especulaciones sobre el rey
El palacio de Buckingham acertó con la tecla al informar inmediatamente —aunque de manera limitada—a principios de febrero, en cuanto se supo el diagnóstico, del estado de salud de Carlos III. Desde entonces, un flujo constante de vídeos, fotos y mensajes han alimentado la curiosidad de los medios y de las redes, han logrado transmitir la imagen de un monarca en activo, ansioso por recuperar su actividad plena, y han frenado en seco cualquier especulación.
Kate Middleton no pudo hacer lo mismo. Se recuperaba de una operación complicada de “cirugía abdominal”, a la que fue sometida a mediados de enero, que le impedía mostrar una normalidad que no era real. La conmoción del cáncer descubierto, y la necesidad de llevar a cabo un tratamiento de quimioterapia, se juntaron con la urgencia de recuperarse de la operación antes de comenzar esa nueva y delicada fase. Y, finalmente, había tres niños de 10, 8 y 5 años para los que había que elegir el momento preciso de comunicarles, y ayudarles a entender, una noticia que iba a alterar profundamente la estabilidad interna de la familia.
“No son solamente una institución. También son una familia… es necesario recordar que son seres humanos”, ha defendido a los príncipes de Gales en la BBC Paddy Harverson, amigo y exasesor de comunicación de la pareja. “Necesitan que se les otorgue su propio espacio. Debe haber una estrategia de comunicación, por supuesto, pero sin perder de vista todo lo anterior”, ha señalado.
La estrategia existió, pero no fue suficiente ni acertada. El 17 de enero, el palacio de Kensington informó de que la princesa había sido sometida a una operación de “cirugía abdominal planificada”. Advirtió entonces de que permanecería hospitalizada hasta 14 días para recuperarse. Y que no reanudaría su actividad pública hasta después de las vacaciones de Pascua, a mediados de abril. Fueron incluso tan lejos como para señalar a la BBC, al margen del comunicado oficial, que no se trataba de cáncer. Un error desafortunado, como se ha podido comprobar más tarde —aunque la propia Middleton explicó el viernes en su vídeo-mensaje que el cáncer se había descartado antes de la operación―, con el que se quería templar el previsible revuelo en medios y redes.
“La princesa Kate podría haber obtenido un amplio capital social si hubiera compartido de modo estratégico su historia con los ciudadanos, como hizo el rey con toda la comunidad global de pacientes de cáncer. Habría logrado construir un puente de empatía, educación [pública sobre la enfermedad] y experiencia compartida”, han defendido conjuntamente los profesores en Gestión de Comunicación de la Universidad McMaster, Terry Flynn y Alex Sévigny. “La narrativa habría satisfecho la demanda de los medios mientras preservaba los detalles de su condición médica”, señalan los académicos.
La información que ha ido surgiendo en las últimas horas, sin embargo, describe a una mujer de 42 años preocupada por sus tres hijos, que ha estrechado su vínculo con su suegro el rey, al compartir ambos un diagnóstico que angustia y provoca incertidumbre en millones de personas. Y ha sido precisamente la decisión del rey, observada por Middleton desde su reclusión forzada, la que acabó animándola a seguir sus pasos, al ver la buena respuesta obtenida y el respeto provocado, según ha contado el diario The Times. La princesa grabó su vídeo-mensaje el pasado miércoles, con la ayuda de BBC Studios, el pasado miércoles en los jardines de Windsor. Al día siguiente, almorzó a solas con el rey y le contó sus intenciones. El viernes, a última hora de la tarde, dio a conocer a todo el mundo su dilema de los últimos dos meses.
La estrategia de comunicación tuvo un efecto inmediato, y la mayoría de los medios optaron por la contención y el respeto en sus informaciones sobre Middleton. Siempre quedará la duda, no resuelta, de si hubiera sido posible adelantar esa estrategia, para evitar una tormenta de especulaciones y teorías de la conspiración sobre su salud y paradero, o si todo el proceso tuvo sus tiempos y su lógica inevitables.
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