Los republicanos se enredan con la elección de presidente de la Cámara de Representantes de EE UU | Internacional

Hicieron falta tres horas para que los republicanos de la Cámara de Representantes, más divididos que nunca, se pusieran este miércoles de acuerdo sobre el candidato que el partido pensaba proponer para sustituir a Kevin McCarthy, speaker destituido la semana pasada tras un motín promovido por el congresista de Florida Matt Gaetz. El elegido fue Steve Scalise (Luisiana), el menos radical de los dos candidatos, una dupla no caracterizada precisamente por su perfil moderado. Sacó 113 votos a favor frente a los 99 apoyos que cosechó Jim Jordan, trumpista de Ohio. El resultado hizo presagiar un proceso largo y feo. Y esas sospechas quedaron confirmadas poco después, cuando decidieron no forzar la votación en el pleno, que quedó aplazada al menos por un día.

Las deliberaciones en el seno del partido, que arrancaron para las 10.00, se celebraron a puerta cerrada. Pero primero, en una pirueta burocrática clásica del Capitolio, hubo que votar sobre cómo votar. Un sector del partido aspiraba a cambiar las reglas internas. Querían que la formación saliera de allí con un candidato que contara con 217 votos (de sus 222 miembros). Esos votos habrían sido suficientes para que el aspirante saliera con la garantía de triunfo en el pleno, en el que se espera que los demócratas voten en contra, sea cual sea la persona propuesta. Las cosas quedaron finalmente como estaban, y le bastó a Scalise una mayoría simple de la conferencia para convertirse en el candidato.

Ese cambio en las reglas perseguía evitar que las diferencias dentro del partido se diriman en público, como sucedió el pasado mes de enero, cuando a McCarthy hubo que votarle 15 veces hasta que consiguió doblarle la mano al ala más radical, un grupo de congresistas díscolos que acabó por apoyarlo, pero a cambio de una serie de compromisos que terminaron nueve meses después con el sueño de su vida de convertirse en speaker.

Entre esas transacciones figuraba la posibilidad de que un solo representante pudiera presentar una moción de censura, y eso fue precisamente lo que hizo Gaetz. Siete republicanos más y todos los demócratas presentes en el hemiciclo el pasado 3 de octubre votaron para desalojar a McCarthy. Fue histórico: nunca en los 234 años de actividad del Capitolio había quedado vacante el puesto de speaker. Esa figura no solo es la encargada de hacer que la Cámara de Representantes avance (o que, al menos, funcione). También es la tercera autoridad de Estados Unidos y el segundo en la línea de sucesión presidencial.

La moción de tintes nihilistas de Gaetz sumió al Congreso en el caos y al país en la parálisis legislativa, lo que incluye la imposibilidad de aprobar ayuda militar para Israel, por lo que las noticias llegadas desde Oriente Próximo han añadido presión a la crisis institucional en Washington. Con el programa de asistencia a Ucrania congelado, también se acerca peligrosamente la fecha del 17 de noviembre, día en que expira la prórroga firmada con los demócratas para evitar un cierre parcial de la Administración. Aquel fue el compromiso que le costó el puesto a McCarthy.

Víctima de un tiroteo

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Hasta la salida del jefe, Scalise, de 58 años, se desempeñó como líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes (tras las elecciones de noviembre de 2022, el Senado lo controlan los demócratas). Era el segundo de a bordo de McCarthy, un republicano más clásico, aunque la simpatía nunca fue el sentimiento que mejor definió la relación entre ambos.

Entró en el Congreso en 2008 en sustitución de Bobby Jindal, cuando este fue escogido como gobernador de Luisiana, un Estado decididamente republicano. Scalise, que ha prometido una solución duradera para la bronca presupuestaria del Capitolio, conquistó el voto en casa con un discurso de encendida defensa de los valores conservadores. Antes trabajó entre 1996 y 2007 en la Cámara de Representantes de Luisiana. Su distrito es un trozo de tierra que rodea la ciudad de Nueva Orleans.

En 2017, protagonizó un trágico capítulo de la historia de la infamia política en Washington, cuando le disparó un fanático que abrió fuego contra varios miembros del Congreso que participaban en un partido de béisbol de la liga que cada año enfrenta a los legisladores aficionados al deporte. Tardó meses en recuperarse de las heridas. Su salud fue noticia de nuevo este mes de agosto, cuando anunció que padece cáncer de sangre, una enfermedad por la que está recibiendo quimioterapia.

El siguiente capítulo del culebrón de la guerra civil republicana se fijó al principio para las tres de la tarde, hora local tentativa para la reunión del pleno, donde cada partido estaba convocado a designar a su candidato a presidente. Los demócratas anunciaron que optarían por su líder en la Cámara baja, el representante Hakeem Jeffries (Nueva York). Fue entonces cuando se conoció la prórroga. En esa decisión pareció haber primado el miedo de Scalise a un escarnio público a la urgencia de poner la maquinaria institucional de nuevo en marcha.

Algunos de los fieles a Jordan anunciaron que, pese a la decisión del partido, pensaban seguir respaldando al representante de Ohio, que sí confirmó que apoyaría a su contrincante. Incluso se ofreció a través de un portavoz a dictar ante el pleno el discurso de defensa de la candidatura. No podrán contar para la causa con una de las congresistas republicanas más connotadas: Marjorie Taylor Greene. Representante por Georgia, adujo en Twitter/X que no pensaba votar por Scalise por sus problemas de salud. “Me cae bien”, escribió, “tanto, que prefiero ver cómo derrota al cáncer antes de contemplar cómo sacrifica su bienestar en el puesto más complicado del Congreso”.

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