En lugar de aspirar a la OCDE, Argentina opta por los BRICS

El Gobierno de Alberto Fernández presenta la adhesión de Argentina a los BRICS, que en principio sería efectiva el próximo 1 de enero, como la solución a los graves problemas financieros que arrastra el país. En lugar de aspirar a entrar en el club de las naciones desarrolladas –la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que junto a los países más ricos del mundo pertenecen Chile, México y los recientes incorporados Colombia y Costa Rica–, el peronismo llama a las puertas de un foro que tiene un propósito más geopolítico que económico y en el que espera prolongar su situación de receptor de dádivas. Los medios kirchneristas hablan de una oportunidad para aumentar la proyección e influencia de Argentina en el mundo, pero eso, con una economía en enfermedad crónica, es un autoengaño.

Es posible que la entrada argentina en los BRICS (acrónimo que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y que ahora se abre a seis nuevos miembros: Arabia Saudí, Emiratos, Egipto, Etiopía, Irán y Argentina) no acabe realizándose. Tanto el extremista liberal Javier Milei como la conservadora Patricia Bullrich, pfernrevisibles seleccionados en la primera vuelta presidencial del 22 de octubre (la segunda vuelta sería el 19 de noviembre) han advertido que no darán ese paso.

Milei habla incluso de «ruptura» con los «socialistas» de Brasil y China, algo irrealizable como tantas ideas de ese candidato; Bullrich vela por el mantenimiento de las relaciones con ambos países, pues son sus dos principales socios comerciales, pero sin entrar en una alianza geopolítica muy dirigida por Pekín (por más que Rusia y sobre todo India juegan con fuerza sus propios intereses). En realidad, esa alianza es un mero foro de países, no un pacto comercial.

El candidato peronista y actual ministro de Economía, Sergio Massa, apenas se ha pronunciado al respecto, aunque defiende una estrecha vinculación con China: «Nos deberíamos llamar Argenchina», dijo en una reciente visita a ese país.

El interés del Gobierno argentino está sobre todo en los créditos que pueda alcanzar del banco de los BRICS, el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), ahora dirigido por la expresidenta brasileña Dilma Rousseff. Muy agotadas las posibilidades de recibir más sumas del Fondo Monetario Internacional (FMI), y dada la compleja relación que en las últimas décadas viene manteniendo Buenos Aires con este organismo mundial, el peronismo espera poder aumentar su capacidad de endeudamiento a través del NBD, que en parte surgió en 2015 como una alternativa de China a un FMI influido por Estados Unidos y Europa.

Para realmente beneficiarse del NBD, no obstante, Argentina debería hacer aportaciones al capital de la entidad, como estado miembro, y no tiene de dónde sacarlas. La disponibilidad de nuevos créditos adormecería la urgencia de una política económica más estricta que enderece la dirección del país y generaría una mayor dependencia el exterior –ahora en especial de China–, en lugar de la independencia geopolítica que el Gobierno de Fernández dice querer ganar con la entrada en los BRICS. Por otro lado, parte de los créditos al menos serían en yuanes, cuando lo que Buenos Aires necesita son dólares dadas las magras reservas del Banco Central para corresponder al comercio internacional, que sigue haciéndose básicamente en la moneda estadounidense.

En cuanto a política exterior, alinearse tan directamente con China y Rusia, aunque en los BRICS exista el contrapeso de India, no ayudaría mucho a Argentina en la escena internacional. Brasil puede asumir el riesgo porque intenta jugar en una liga superior; otros países hasta ahora estrechos aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudí, pueden procurar jugar algún órdago, pero Argentina no dejará de ser un país comparsa.

La vinculación con Irán, además, supone una especial complicación para Buenos Aires, pues la relación con Teherán está envenenada desde el atentado de 1994 contra la mutua judía de la AMIA, en la capital argentina, de cuya organización se responsabilizó a varios altos cargos iraníes (entre ellos el actual ministro de Exteriores, Ahmad Vahidi, contra el que existe una orden de detención de Interpol, solicitada por Argentina).

El Gobierno de Fernández también ha dicho que la integración en los BRICS dará alas a la reivindicación argentina de las islas Malvinas, aunque ha precisado que se trata de una aspiración pacífica (a diferencia del planteamiento de Rusia y China hacia Ucrania y Taiwán, respectivamente).