Estados Unidos ha dado a conocer el envío de un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania por 300 millones de dólares en municiones y repuestos. La partida es mucho más modesta que otras anteriores, cuando las aportaciones se contaban por miles de millones, pero muy simbólica. Es la primera en lo que va de año, tras una pausa de tres meses, y pretende enviar el mensaje de que no será la última; que, pese a los devaneos del candidato republicano Donald Trump de cancelar las aportaciones de EE UU, Washington mantiene su compromiso con la defensa del país atacado. El anuncio llega mientras la Casa Blanca intenta reactivar esta semana la presión para sacar adelante en el Congreso más de 60.000 millones de dólares en asistencia a su aliado para que repela la invasión rusa.
El nuevo paquete de ayuda se destinará, sobre todo, a municiones y a cohetes para el sistema de defensa antiaéreo Himars, según ha anunciado el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en una rueda de prensa en la Casa Blanca. El envío, ha asegurado, podrá resolver las necesidades “más urgentes” de Ucrania en el campo de batalla durante un par de semanas. El Pentágono, por su parte, ha puntualizado por boca de su portavoz, el general Pat Ryder, que aunque permite a las fuerzas ucranias continuar los combates para los próximos días, “no se acerca ni de lejos a lo que Ucrania necesita para mantener su lucha”.
La falta de nuevas aportaciones ha creado una carestía de munición que perjudica a las fuerzas ucranias. “Había que actuar de inmediato”, habían indicado altos cargos estadounidenses antes del anuncio formal del nuevo envío. El dinero procede de recortes de gastos en contratos del Pentágono, después de que la Administración Biden advirtiera en diciembre que las cuentas para la asistencia al país invadido se habían quedado en cero. A partir de ahora “no podrá haber más hasta que el Congreso no apruebe los fondos pendientes”, instaba Ryder.
El paquete de ayuda se ha dado a conocer inmediatamente antes de la reunión en la Casa Blanca de Biden con el presidente y el primer ministro de Polonia, Andrzej Duda y Donald Tusk, respectivamente, para abordar la asistencia a Kiev. El miércoles será el alto representante para la política exterior europea, Josep Borrell, quien abordará en Washington la necesidad de asistir al país atacado, en reuniones con el secretario de Estado, Antony Blinken, y varios congresistas.
La nueva partida “no es suficiente”, reiteraba el estadounidense al comienzo del encuentro con los dirigentes polacos. “El Congreso de Estados Unidos debe actuar y aprobar los fondos de ayuda a Ucrania antes de que sea literalmente demasiado tarde. Rusia no se detendrá en Ucrania”.
A su vez, Duda reiteraba el llamamiento que ya había lanzado desde una tribuna publicada el lunes en The Washington Post: que cada país de la OTAN aumente al 3% de su PIB su inversión en materia de Defensa, algo que Estados Unidos considera poco realista. Los países miembros, reforzados con la integración de Suecia desde la semana pasada, se comprometieron en 2014 a destinar el 2% de su PIB a defensa, pero no todos han llegado a ese nivel de gasto.
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Según el presidente polaco, lo ideal sería llegar al menos al 4% del PIB, para que la Alianza pudiera hacer frente de modo adecuado a cualquier posible agresión futura de Rusia, que desde el inicio del conflicto ha aumentado su inversión militar al 30% de su economía: “No se puede volver a la misma situación de antes de la guerra. Las ambiciones imperialistas de Rusia y su agresivo revisionismo empujan a Moscú a una confrontación directa con la OTAN, con Occidente y, al final, con todo el mundo libre”.
Al sentimiento de urgencia sobre la asistencia a Ucrania ha contribuido la constatación de que, de ganar en las elecciones de noviembre, Donald Trump cancelaría las contribuciones de Estados Unidos al esfuerzo de guerra ucranio, que a lo largo de los últimos dos años han superado los 70.000 millones de euros.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, aseguraba que el expresidente le comunicó esta posición durante la reunión entre ambos en Mar-a-Lago, la mansión del magnate inmobiliario en Florida. El cierre definitivo del grifo, apuntaba, haría que la guerra terminase de inmediato. “No dará ni un céntimo a la guerra ruso-ucrania y, por lo tanto, la guerra terminará” puesto que “es evidente que Ucrania no puede aguantar de pie por sí sola”, sostenía Orbán en declaraciones a la televisión pública de su país el domingo.
En el Capitolio, algunos demócratas y republicanos partidarios de la ayuda a Ucrania examinan vías para conseguir que salga adelante el proyecto de ley dotado con 95.000 millones de dólares para Seguridad Nacional, de los que 61.000 se dedicarían al país invadido y 14.000 al apoyo a Israel en su guerra en Gaza.
El proyecto de ley resultó aprobado en el Senado en enero tras un accidentado proceso de negociación. Pero a su llegada a la Cámara de Representantes ha entrado en punto muerto. Allí, los republicanos del ala dura del partido, incluido el presidente de la Cámara, Mike Johnson, se muestran contrarios a aportar más dinero a lo que consideran una guerra ya demasiado larga, para la que no se avista el final y sin la transparencia suficiente en su financiación.
Johnson ha indicado que no tiene intención de someter la propuesta de ley a la votación del plenario, pese a que la medida cuenta con el apoyo suficiente para salir adelante con los votos del grupo parlamentario demócrata y de republicanos moderados.
Una de las posibilidades que barajan es un procedimiento técnico que, de alcanzar las suficientes firmas, permitiría presentar el proyecto de ley al plenario de la Cámara esta misma semana, pasando por encima de Johnson.
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