El presidente chino, Xi Jinping, ha sido recibido como una estrella en Serbia: con las calles de Belgrado empapeladas de banderas rojas y una multitud congregada junto al Palacio de Serbia, la sede del Gobierno, que ha aplaudido esta mañana al mandatario chino y a su homólogo serbio, Aleksandar Vucic, cuando han salido juntos a saludar. Xi arranca así, con una alfombra roja a su paso, la cara B de su gira europea, un periplo sin rifirrafes comerciales ni tensiones por la invasión de Ucrania orquestada por su “viejo amigo” —así suele llamarle— Vladímir Putin. El líder asiático aterrizó el martes por la noche en Belgrado, tras despedirse de Emmanuel Macron con un abrazo a los pies de los Pirineos, un gesto de cercanía a pesar de las disputas y la distancia con el galo, y con la UE en general.
Como declaración de intenciones para hacer notar el cambio de humor en esta segunda pata del viaje, Xi publicó el martes un artículo de opinión en la prensa serbia arremetiendo contra la OTAN por el bombardeo de la embajada china en Belgrado hacía justo 25 años, un ataque que Estados Unidos explicó como un error, pero que Pekín no olvida. Primer dardo. Este miércoles, antes de su llegada a Hungría —donde aterrizó por la noche, tras la visita oficial a Serbia—, el dirigente ha publicado un nuevo texto en Magyar Nemzet, el diario más cercano al Gobierno, elogiando la “profunda amistad” con Budapest, la voz díscola de la Unión Europea y socio más próximo a Pekín (y a Rusia) de los Veintisiete.
El presidente chino tiene previsto pasar hasta el viernes en Hungría antes de poner fin a su primer viaje al extranjero de 2024, que ha supuesto su regreso a Europa cinco años después, con un mundo muy distinto al de entonces: patas arriba por las guerras y con la constatación de que la brecha entre la UE y la República Popular es hoy mucho mayor que en 2019.
“La imagen de China se ha visto extremadamente perjudicada por su posición en relación con la invasión rusa de Ucrania”, contaba la semana pasada una fuente diplomática en Pekín al hilo de la visita de Xi. Hungría es de los pocos, quizá el único, donde la imagen china resiste. La visita a este país se encuadra en la celebración del 75º aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fue el único líder del bloque comunitario que asistió en octubre a Pekín a la celebración del décimo aniversario de la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma de inversiones e infraestructuras chino. Fue entonces cuando desafió la postura europea al reunirse con Putin y asegurar: “Hungría nunca ha querido enfrentarse a Rusia”. Allí también estuvo el serbio Vucic.
Tanto Serbia como Hungría tienen en China a un gran socio económico. Entre los proyectos estrella de la Nueva Ruta de la Seda se encuentra el tren que unirá las capitales de ambos países en menos de tres horas, cinco menos que en la actualidad, según la agencia china Xinhua. Se prevé que las obras, ejecutadas por contratistas chinos, concluyan en 2026.
China se convirtió en 2022 en el primer inversor extranjero en Serbia, y ambos países firmaron un acuerdo de libre comercio en 2023; este fue uno de los casi 20 que rubricaron durante la visita de Vucic a Pekín por el foro de la Nueva Ruta de la Seda. Según el Gobierno serbio, durante la visita de Xi se han firmado 29 acuerdos en presencia de los presidentes de los dos países, además de contratos comerciales entre empresas privadas en el ámbito de la salud, la biotecnología y la agricultura.
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En una rueda de prensa conjunta de Vucic y Xi, los dos mandatarios han mostrado su sintonía y han cerrado filas en cuestiones territoriales. “Taiwán es China”, ha afirmado Vucic, mientras Xi ha asegurado que su país apoya los esfuerzos serbios para defender su soberanía en el caso de Kosovo. El dirigente serbio también ha confirmado que la cooperación en materia de seguridad entre ambos continuará y ha afirmado que Serbia “es un país más seguro con la ayuda de la República Popular China”.
En Hungría las expectativas también son altas. La visita es vista desde Bruselas como un intento por explotar las divisiones internas en la UE, según la citada fuente diplomática. “Nuestra relación bilateral se encuentra en el mejor momento de la historia y ha emprendido un viaje dorado”, ha destacado Xi en el texto publicado en la prensa húngara, en el que destaca el hecho de haber encontrado el camino para que los “Estados soberanos lleven a cabo de forma independiente intercambios amistosos”.
Independencia
La independencia es la palabra clave: los analistas consideran que uno de los objetivos del líder chino en Europa es tratar de desacompasar el reloj de Bruselas del de Washington; ambas capitales han encontrado en la defensa de Ucrania el pegamento perdido en la era de Donald Trump en la Casa Blanca. Otro de los propósitos es el de reconducir las relaciones con la UE y tratar de que rebaje su política de “reducción de riesgos” frente a Pekín, un mensaje que será bien recibido en Budapest.
“En los últimos tiempos, las relaciones entre China y Europa muestran signos de estabilidad”, asegura Xi en el artículo del periódico húngaro, en el que explica su intención de reforzar la cooperación con Hungría en energías limpias, inteligencia artificial, economía digital, desarrollo ecológico y otras áreas emergentes. Precisamente aquellas que la UE ve con creciente recelo.
Budapest puede suponer una puerta de entrada de Pekín en la UE. Mientras la Comisión Europea estudia aumentar los aranceles a los vehículos eléctricos chinos desde el 10% actual, Orbán da facilidades fiscales y burocráticas a las empresas chinas para que se instalen en su país. En Debrecen, en el este, la empresa estatal CATL construye una fábrica de baterías para este tipo de vehículos que supone la mayor inversión extranjera directa en el país, con 7.300 millones de euros, y se espera que estos días se anuncien nuevos proyectos.
Pero además, como manifestó el embajador chino en Budapest, Gong Tao, en una comparecencia la semana pasada, “China espera que Hungría anime a la UE a adoptar una política más activa y pragmática” en relación con Pekín. Hungría asume la presidencia rotatoria del Consejo de la UE en el segundo semestre del año, lo cual le confiere un atractivo extra durante ese periodo.
Con parte de la financiación europea suspendida por la deriva del Estado de derecho, Hungría necesita además diversificar sus fuentes de ingresos y ve la relación con China como una oportunidad. Orbán, que tiene la apertura al este como una de sus prioridades, defendió recientemente una “economía global que se organizará según el principio del beneficio mutuo, libre de ideología”. China es el noveno socio comercial del país. En la visita de esta semana, el ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjartó, espera que se firmen 16 acuerdos bilaterales. En su perfil en Facebook, el jefe de la diplomacia húngara ha anunciado antes de la llegada de Xi que los servicios consulares húngaros agilizarán la adquisición de visados con fines comerciales para entrar en Hungría, que es, en definitiva, entrar en el espacio Schengen de la UE.
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