Alarma en Alemania por la violencia ultra tras el ataque del fin de semana contra un político socialdemócrata | Internacional

Alemania vive un auge imparable de la extrema derecha, especialmente en el este del país. Los expertos alertan incansables del peligro que entrañan los mensajes de odio que calan cada vez con más fuerza en una parte de la sociedad y del incremento de ataques contra políticos electos o candidatos en distintas elecciones. Ahora, la brutal agresión contra el socialdemócrata Matthias Ecke, aspirante en los comicios europeos del próximo junio, del pasado viernes por la noche, en Dresde, capital del Estado oriental de Sajonia, ha desatado un intenso debate sobre cómo luchar contra este ambiente de violencia.

El eurodiputado fue trasladado al hospital con una fractura en el pómulo y la cuenca del ojo y fue operado el domingo. Ecke colgó este lunes una foto suya en la red social X para dar las gracias y recordar que “en democracia, nadie debería tener miedo de decir lo que piensa”. Los investigadores han identificado ya a cuatro sospechosos de nacionalidad alemana de 17 y 18 años. Al menos uno de ellos se inscribe en la ideología de ”extrema derecha”.

Este incidente hizo saltar las alarmas en todo el país. Preguntas como quién es responsable de haber llegado a este punto o cómo es posible que haya gente que crea que puede usar la violencia contra sus oponentes políticos resuenan con fuerza, sobre todo en un año tan delicado, en el que, además de las europeas del próximo 9 de junio, se celebrarán elecciones locales en nueve Estados federados. Y lo más importante: los comicios de septiembre en tres Estados orientales (Sajonia, Brandeburgo y Turingia) en los que, según las encuestas, el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se alzará como primera fuerza.

En Sajonia, sin embargo, el gran apoyo a partidos ultras no es nuevo. Tras la reunificación alemana, formaciones neonazis lograron sus primeros éxitos electorales en esta región oriental en la década de los noventa. El gran éxodo que sufrió la zona tras la caída del Muro de Berlín en 1989 hizo que se perdiera una generación completa, especialmente en las zonas rurales. Los ciudadanos que se quedaron desarrollaron un sentimiento de ciudadanos olvidados, con un nivel de vida inferior a sus vecinos del oeste del país. La célebre predicción del entonces canciller alemán Helmut Kohl de que el este de Alemania vería “paisajes florecientes” tras la reunificación en 1990 resultó muy alejada de la realidad.

La precariedad económica en Sajonia y en el resto de antiguos Estados de la República Democrática Alemana (RDA), cuyos niveles de pobreza y desempleo siempre han sido tradicionalmente más elevados que la media del país, generó así un caldo de cultivo ideal para la extrema derecha. La capital de Sajonia, Dresde, se alzó como baluarte de los extremistas de derecha. En 2015, por ejemplo, las manifestaciones organizadas allí por el movimiento Pegida —acrónimo de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente— llegaron a congregar a miles de personas.

Pegida, el combustible del radicalismo

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El politólogo Wolfgang Kraushaar, autor del libro No a la falsa tolerancia. Por qué la democracia debe defenderse con más fuerza que antes, considera que Pegida fue “el combustible para el radicalismo de derecha, del que después se benefició AfD”. Sin embargo, este auge de la ultraderecha en la región se debió en parte a que después de la reunificación se subestimó lo fuertes que eran las corrientes xenófobas, racistas y nacionalistas en el este de Alemania.

Estos factores se unieron a un sentimiento de inferioridad de los alemanes de la parte oriental, lo que proporcionó un terreno fértil para los extremistas. “Por supuesto que una parte de este auge ultra en el este de Alemania tiene que ver con cuestiones de distribución de la riqueza. Mucha gente en el oeste sigue ganando más y se sienten mejor representados. Además, muchas personas del este del país tienen la sensación de que fueron tratados injustamente tras la reunificación. Con todas estas narrativas juega AfD”, explica Lorenz Blumenthaler, portavoz de la Fundación Amadeu Antonio, que lucha desde 1998 contra la extrema derecha.

La violencia de estos días previos a la campaña electoral no es algo que haya sorprendido en absoluto a expertos como Blumenthaler. “Es algo que llevamos observando desde hace mucho, mucho tiempo”, indica. “El sentimiento antidemocrático está tan extendido en Sajonia y AfD ha difundido tanto odio que simplemente los ataques se han convertido en parte de la vida cotidiana”, explica sobre unos incidentes que no se limitan ya a una parte del país y que predice que “aumentarán drásticamente” en los próximos meses. En su opinión se deben principalmente a la comunicación llevada a cabo por AfD, que se vale, sobre todo, de las redes sociales y Telegram para extender su mensaje de hostilidad contra la democracia.

Pero no todo se limita a AfD. De acuerdo con el experto, la escena de ultraderecha en Sajonia es un “mosaico”. No se trata de un solo partido u organización. Junto con AfD, existen otros grupos como, por ejemplo, el partido Sajonia Libre, que además, entre otras cosas, pide la independencia de Sajonia.

Si bien Sajonia se alza como el principal bastión de la ultraderecha —siendo AfD el partido más votado en las pasadas elecciones generales—, el resto de Estados federados del este también cuentan con un gran número de seguidores de AfD. En Turingia, esta formación también fue la más votada en 2021. Mientras que en Brandeburgo y Mecklemburgo-Pomerania Occidental quedó en segunda posición. En Sajonia Anhalt, fue la tercera fuerza política.

El ataque del pasado fin de semana se suma a una larga lista de agresiones. Según los datos del Gobierno, en 2023 se denunciaron en Alemania un total de 2.790 ataques a representantes o miembros de partidos con representación en el Parlamento. Los Verdes lideran la lista con 1.219 casos. Les siguen AfD, con 478, y el Partido Socialdemócrata, con 420. Asimismo, según cifras de la Oficina de Policía Criminal de Sajonia, el pasado año se registraron 302 ataques contra alcaldes o diputados, frente a los 110 registrados en 2019.

A estas cifras se suma una reciente encuesta de Forsa, que alertó de que el 40 por ciento de los alcaldes honorarios del país manifestó que ellos o personas de su entorno habían sido insultados, amenazados o agredidos físicamente por su trabajo. Entre los funcionarios electos a tiempo completo, la cifra llegó incluso al 57 por ciento. A raíz de esta experiencia, más de uno de cada cuatro alcaldes ha pensado ya en retirarse de la política por su propia seguridad.

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