La resaca de la noche electoral en Alemania es especialmente dolorosa este lunes en la Willy Brandt Haus, la sede de los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz. El SPD obtuvo este domingo el peor resultado de su historia con un exiguo 13,9% de los votos, lo que, sumado al descalabro de sus socios verdes y liberales en el Ejecutivo, está poniendo a prueba la estabilidad de la coalición de Gobierno. Se habla de debacle, de catástrofe, e incluso hay quien alude a un posible adelanto electoral que otros excluyen categóricamente porque ninguno de los miembros del tripartito sacaría de él beneficio alguno. Si no se adelantan, las elecciones federales deberían celebrarse en otoño del próximo año. Y el resultado de los comicios del domingo —añadido a los de septiembre en tres Estados del este del país— auguran para Scholz un final de mandato agónico.
Ya con el recuento finalizado, los resultados coinciden casi a la décima con los sondeos a pie de urna publicados a las seis de la tarde de este domingo. Los conservadores de la Unión (la suma de los democristianos de la CDU y su socio bávaro de la CSU) son los claros ganadores, con el 30% de los votos. La formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ocupa el segundo lugar con el 15,9%, seguida del SPD (13,9%) y Los Verdes (11,9%). El hundimiento de Los Verdes, en línea con lo que han sufrido los ecologistas en el resto de la UE, es dramático: han perdido 8,6 puntos porcentuales. El tercer socio de Scholz, los liberales del FDP, son los que salen más airosos de los comicios (5,2%) porque en 2019 ya estaban en mínimos.
La coalición semáforo ―así llamada por los colores de los tres partidos: rojo, verde y amarillo― avanzaba renqueante casi desde el inicio mismo de su andadura, en diciembre de 2021, con unos índices de aprobación por los suelos, pero el desastre de las europeas somete a una presión cada vez mayor a Scholz. Los carteles electorales han mostrado dos rostros sobre fondo rojo: el de la principal candidata del SPD, Katarina Barley, y el de Scholz, ligando indefectiblemente la votación al Europarlamento a la figura del canciller. Las europeas se han convertido así en un plebiscito sobre sus políticas. Un error, empieza a escucharse en el SPD. Según una encuesta de la televisión pública ARD —que se veía en las pantallas de la Willy Brandt Haus mientras salían los sondeos—, solo el 23% de los alemanes están satisfechos con la gestión de Scholz.
Tensas negociaciones presupuestarias
Las próximas negociaciones presupuestarias van camino de ser todavía más tensas que las anteriores, con las disputas entre socios de Gobierno aireadas en los titulares a diario. Casi dos millones y medio de los votos que ha perdido la socialdemocracia alemana se han colado por el desagüe del abstencionismo. Casi uno y medio han ido a engordar el conteo de los democristianos, casi 600.000 se han pasado a la ultraderecha e igual número a un nuevo partido populista de izquierdas, según el análisis de la televisión pública ARD.
También en Los Verdes, el mayor perdedor de la noche, hay caras largas este lunes. Llegaron a obtener un 20,5% en las europeas de 2019 y a ser considerados como partido de masas (Volkspartei) con opciones de llegar a la Cancillería. Hundidos en los sondeos, toca preguntarse por qué.
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El secretario general de la CDU, Carsten Linnemann, ha desafiado a Scholz a convocar una cuestión de confianza en el Parlamento. “Es un desastre. O el semáforo cambia de rumbo o tiene que despejar el camino para nuevas elecciones”, dijo este domingo. Este lunes, un portavoz gubernamental ha descartado que Scholz se esté planteando convocar elecciones anticipadas, como ha hecho el presidente Emmanuel Macron en Francia. Los conservadores culpan al Gobierno del éxito de la AfD en las elecciones europeas. “Las políticas del semáforo están fortaleciendo a la extrema derecha en Alemania”, ha dicho Jens Spahn, miembro del comité ejecutivo de la CDU.
Éxito de AfD
El contrapunto del ánimo sombrío de la coalición lo pone Alternativa para Alemania (AfD), cuyos líderes celebraban entusiasmados el éxito electoral el domingo por la noche. “¡Somos segunda fuerza y los más votados en el este!”, exclamaba su copresidenta, Alice Weidel. La formación ultraderechista arrasó en los Estados federados que formaba la antigua República Democrática Alemana (RDA), donde este otoño se celebran tres elecciones regionales que traen de cabeza al resto de fuerzas democráticas alemanas. Los sondeos les atribuyen cómodas victorias con más del 30% de los votos en Turingia, Brandeburgo y Sajonia.
Estos pronósticos se producen después de que un tribunal confirmara la clasificación de AfD a escala nacional como partido sospechoso de extremismo y cuando tres agrupaciones regionales ya se consideran definitivamente de extrema derecha. Tampoco los sucesivos escándalos relacionados con acusaciones de espionaje y corrupción de los últimos meses han disuadido a sus votantes, predominantemente hombres y más jóvenes que los seguidores de otros partidos.
Las elecciones en los tres Estados orientales en los que AfD parte como favorita amenazan la política de las formaciones tradicionales de rechazar cualquier colaboración con los extremistas, el célebre cordón sanitario, que en Alemania se conoce como cortafuegos (brandmauer). Con los partidos de la coalición de Scholz en mínimos y el empuje del nuevo partido de la controvertida política populista de izquierdas Sahra Wagenknecht, los cálculos para gobernar el este de Alemania dejando de lado a AfD se reducen. Será necesario el acuerdo de múltiples formaciones democráticas y es probable que los líderes locales de la CDU presionen a su jefatura en Berlín para que les permita explorar colaboraciones con los ultras.
El panorama político alemán se fragmenta todavía más con la irrupción de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), que con solo seis meses de vida ha logrado un 6,2% de los votos. No solo ha superado al antiguo partido de su líder, Die Linke (La Izquierda); también a los liberales que gobiernan con Scholz. El grueso del electorado de esta formación populista de difícil encaje en el binomio izquierda-derecha —mezcla propuestas de justicia social con postulados clásicos de la ultraderecha como el endurecimiento de las leyes migratorias― está también en el este alemán.
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