El apoyo de Occidente a Ucrania da muestras de desgaste | Internacional

Occidente prometió sostener y apoyar a Ucrania el tiempo que sea necesario. Ese enunciado se ha convertido en un lema con el que casi cada líder espolvorea sus discursos. Pero cuando la invasión a gran escala de Rusia va camino de cumplir 700 días, ese eslogan amenaza con desinflarse. El apoyo económico, diplomático y militar de Estados Unidos y de la UE da muestras de desgaste. Washington tiene serios problemas para mantener sus promesas de financiación y la Unión, donde además se debate la futura adhesión de Kiev, está embarcada en intensas negociaciones para vencer el bloqueo de Hungría y sacar adelante un paquete especial de 50.000 millones de euros para mantener a flote el país. Las luchas políticas en Occidente y la lenta capacidad de producción militar pasan factura al soporte a Kiev. Y las posibles grietas en la unidad ya son munición para el Kremlin, que ha intensificado sus operaciones de desinformación y propaganda sobre la fatiga occidental y aguarda cualquier muestra de deterioro para hablar de fracaso político de EE UU y la UE.

Tras el rechazo del Senado de Estados Unidos a aprobar 60.000 millones de dólares (unos 55.700 millones de euros) en apoyo financiero a Ucrania, que algunos republicanos quieren hacer depender de severas medidas en inmigración, crecen los temores en torno al debate sobre Kiev cuando se inicie la campaña a de las elecciones presidenciales el año próximo. Y más si el republicano Donald Trump, que no se ha destacado precisamente por una mala relación con el líder ruso, Vladímir Putin, vuelve a la Casa Blanca.

Con esa marejada de fondo, esta semana es clave para el futuro de Ucrania. Los jefes de Estado y de Gobierno se reunirán en una cumbre que comienza el jueves, donde se negociará ese nuevo paquete económico como un compromiso a largo plazo con el país invadido y también se tomará —o no— la decisión de abrir las conversaciones para que Ucrania entre en la UE.

Todo en un momento decisivo, en el que Kiev afronta sus propios problemas políticos, donde la ciudadanía está cada vez más agotada y la contraofensiva está estancada sin apenas avances frente a una Rusia firme en sus defensas y que, frente a la lenta capacidad de suministro occidental a Kiev, ha intensificado su capacidad de producción militar pese al estado de su economía y las sanciones occidentales, según varios informes de inteligencia. “La Unión ha clamado que Ucrania lucha por los valores europeos”, comenta una alta diplomática europea. “Y no es consciente del impacto para Europa, en todos los sentidos, si se pierde la guerra. Ese sentido de urgencia de los primeros meses de la invasión se ha evaporado”, añade.

Ucrania se ha convertido en rehén de las luchas partidistas en EE UU, señala Orysia Lutsevych, directora del Forum Ucrania del laboratorio de ideas Chatham House. También de las elecciones europeas de junio. Kiev es una importante moneda de cambio del chantaje del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que está vetando la apertura de negociaciones de adhesión de Ucrania a la UE mientras trata de lograr que Bruselas le descongele los fondos bloqueados por sus incumplimientos del Estado de derecho. A la vez, alimenta su discurso nacionalista en casa con soflamas sobre el supuesto impacto de las sanciones a Rusia y contra el apoyo militar a Kiev.

Lutsevych cree que esta vez, la oposición de Orbán —al que están tratando de convencer líderes como el español Pedro Sánchez, el francés Emmanuel Macron o la estonia Kaja Kallas, con una intensa ofensiva diplomática— no es meramente transaccional. “Tiene mucho que ver con la reunión que mantuvo con Putin en China”, sostiene por teléfono la experta, que cree que Orbán está tratando de agrietar la unidad de la UE y de dar material a Rusia para sus campañas sobre el supuesto abandono de Ucrania, que sirven para “minar el espíritu de resistencia de los ucranios” y alimentar dudas en Occidente, que sufre sus propios problemas y el impacto de la guerra.

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Un oficial de inteligencia que trata asuntos de desinformación y propaganda destaca que los mensajes de este tipo se han incrementado en los últimos meses. “Ucrania se convertirá en un agujero negro absorbiendo cada vez más recursos y gente”, ha dicho el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior ruso (SVR), Serguéi Naryshkin, esta semana. Un mensaje similar al que difunde Orbán.

Las conversaciones para que Ucrania entre en el club comunitario —que una mayoría de Estados miembros quiere iniciar, como ha recomendado la Comisión Europea— pueden durar años. No son el salvavidas que sí representan la ayuda económica y el apoyo militar. Pero la perspectiva de unirse a la Unión supone un espaldarazo político y moral para Ucrania, un ancla, una garantía más concreta que ese eslogan que promete mantener el soporte “tanto tiempo como sea necesario”.

Riesgo de hiperinflación

Kiev, en riesgo de hiperinflación, necesita con urgencia el apoyo económico occidental. Pero mientras los legisladores y políticos occidentales se han instalado en los debates sobre la asistencia al país invadido, su ayuda económica y militar a Ucrania ha alcanzado un mínimo histórico este otoño, según un análisis del Instituto Kiel. Entre agosto y octubre de 2023, la ayuda económica ha caído drásticamente (un 90% frente al mismo periodo del año anterior) hasta los 2.110 millones de euros, la cantidad más baja desde enero de 2022, según los datos recopilados por el centro alemán. Mientras, varias encuestas en EE UU y la UE muestran que el apoyo de la ciudadanía occidental a Ucrania no se ha desplomado y que una mayoría sigue a favor de que se envíe apoyo a Kiev.

Un vecino de Avdiivka, en la región de Donetsk, camina entre edificios bombardeados, el 17 de octubre.STRINGER (REUTERS)

Borja Lasheras, experto en política internacional que asesora al Servicio de Acción Exterior de la UE sobre Ucrania, cree que el riesgo de colapso de elementos fundamentales de la política occidental de apoyo a Kiev se explica por el impulso de la política de ciertas minorías extremistas. “Claramente es el caso de Estados Unidos, donde hay una minoría influyente que representa alrededor de un 30% de las bases más extremistas republicanas, que está logrando subvertir una política de apoyo que aún concita el respaldo mayoritario y que no tiene reparos en anteponer antecedentes cortoplacistas a riesgo de dar más oportunidades a Putin”, dice por teléfono desde Ucrania.

“En el caso de Europa hay matices, porque hay una mayoría de Estados miembros que son partidarios de iniciar las negociaciones de adhesión por su importancia política y en señal de disuasión a Putin y a favor del paquete de 50.000 millones, que da claridad en cuanto a estabilidad financiera a Ucrania; pero hay un Estado, Hungría, y algún otro detrás [Austria, por ejemplo quiere vincular la apertura de negociaciones con Ucrania con las de Bosnia, lo que lastra para muchos la decisión], que frenan estas iniciativas casi unánimes y que muestran la disfuncionalidad de nuestras reglas”, acota Lasheras.

Kiev se enfrenta, además, a otros problemas, como el bloqueo de productos y transporte en sus fronteras con Polonia y que es solo el aperitivo de lo que puede llegar cuando se inicie la negociación de adhesión y a medida de que Kiev empiece a competir con sus vecinos por las subvenciones europeas. A pesar de esto, una mayoría de ciudadanos europeos cree que, a la luz de la invasión a gran escala, hay que acelerar la ampliación, según un Eurobarómetro especial publicado la semana pasada de cara a las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán en junio del próximo año y en las que la absorción de nuevos miembros será un debate sustancial.

Guerra de Ucrania
Unos soldados ucranios, el pasado jueves en el frente de Avdiivka.Libkos (Getty Images)

En el frente de batalla, donde la falta de munición se ha convertido en un problema crónico pese a las promesas de suministro (como ese millón de rondas de artillería de la UE), ese debate sobre el apoyo es cuestión de vida o muerte. “Es lo mismo que venimos repitiendo desde hace un año; tenemos lo suficiente para no desangrarnos, pero no para avanzar”, lamenta a través de mensajes cifrados el jefe de una brigada que combate en en el sureste, uno de los focos principales de la contraofensiva ucrania. El problema, resume, es que todo llega “por goteo” cuando lo que es necesario es recibir misiles de largo alcance. A eso se añade la falta de soldados, un problema creciente. La guerra de Ucrania es una combinación de batallas del siglo XX con elementos del siglo XXI, para lo que Kiev trata de construir sus propias capacidades con apoyo de sus aliados, algo que sería realmente un punto de inflexión.

Porque Ucrania ha iniciado ya su segundo invierno de guerra a gran escala, coronado con ataques a la infraestructura civil y energética. Y el conflicto se alargará, como advirtió en septiembre el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que hace unos días aventuró que hay que estar preparados para malas noticias desde el frente. Varios informes de inteligencia sostienen que sin nuevos apoyos occidentales Rusia podría hacer importantes avances territoriales.

Las conversaciones sobre Ucrania en Bruselas de esta semana son cruciales no solo para el país invadido, también para la UE, donde a medida que avanza el debate sobre la revisión presupuestaria y el paquete de 50.000 millones para Ucrania ya se empieza a buscar un plan B para garantizar ese sustento, al menos, a través de planes bilaterales. Pero aunque el apoyo a Kiev se salvaría, en parte, aparecería una gran grieta en la Unión. La primera sustancial y visible desde el inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022, que hizo saltar por los aires la arquitectura de seguridad europea. “Si Ucrania recibe una doble negativa, a los fondos y a la adhesión, será vergonzoso. Será un fracaso monumental y debilitará a la UE, que no es esa Unión geopolítica que pretende”, dice Lutsevych, quien advierte: “Cualquiera de las dos negativas será, además, un signo a Putin de que el futuro político de Ucrania no está decidido, de que permanece en un limbo. Y jugará a su favor en su narrativa hacia el sur global de que las autocracias pueden comandar políticas y recursos mientras la UE está atrapada en su propia disfunción”.

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