Canadá se sitúa entre los países occidentales más duros con Israel al congelar los permisos de exportación de armas | Internacional

Canadá se sitúa entre los países occidentales más duros con Israel al congelar los permisos de exportación de armas | Internacional

El Parlamento de Canadá aprobó el lunes una proposición sobre el conflicto de Gaza en la que pedía al Gobierno que “cesara en la autorización y transferencia de nuevas exportaciones de armas a Israel”. Aunque se trataba de una moción no vinculante, presentada por los Nuevos Demócratas, un pequeño socio de gobierno del primer ministro Justin Trudeau, Ottawa anunció tras la votación que interrumpirá las futuras ventas de armas a Israel. “Es una realidad”, declaró este martes la ministra de Asuntos Exteriores, Mélanie Joly.

La decisión tiene más de simbólica que de efectiva —los nuevos permisos de exportación de material militar no letal ya fueron congelados el 8 de enero—, pero se trata en cualquier caso de uno de los mensajes más rotundos emitidos por los países miembros del G-7 de ejercer presión sobre Israel y su ofensiva militar en Gaza. España e Irlanda también han reclamado a la Comisión Europea medidas más contundentes al respecto. El pasado mes de febrero, los jueces de apelación de La Haya ordenaron al Gobierno de Países Bajos que cese el envío de piezas de aviones F-35 a Israel —fabricadas por Estados Unidos, pero distribuidas desde la base militar holandesa de Woensdrecht—. El Ejecutivo en funciones del liberal Mark Rutte anunció que recurriría la decisión.

Justin Trudeau, durante una intervención en el Parlamento en Ottawa (Canada), el 19 de marzo. DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

El giro en la política exterior del liberal primer ministro Justin Trudeau incluye otra decisión clave: tras retirar a finales de enero la financiación a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, en sus siglas inglesas), por las acusaciones, no probadas, de Israel a una docena de trabajadores locales de la agencia, el país norteamericano reanudó su financiación el 8 de marzo.

Canadá fue de los primeros países de Occidente que secundó la desbandada liderada por Estados Unidos, y también de los primeros en retroceder. El Gobierno de Ottawa contribuyó con 66,5 millones de dólares (61 millones de euros) a la UNRWA desde 2019 hasta mediados de 2023. Canadá ha apoyado también las propuestas de resolución de alto el fuego humanitario en Gaza presentadas hasta ahora —y vetadas por EE UU— en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El armamento proporcionado por Canadá a Israel representa un mínimo porcentaje del total. Ottawa mantendrá en vigor la congelación de permisos de exportación de material militar no letal adoptada el 8 de enero (los contratos anteriores quedaban exentos) hasta que el Gobierno pueda garantizar que las armas se utilizan de acuerdo con la legislación canadiense, según informó este miércoles. Desde el ataque de Hamás del pasado 7 de octubre que desencadenó la guerra, Canadá había autorizado nuevos permisos por valor de al menos 21 millones de dólares, más que el importe del total de los contratos de ese tipo concedidos el año anterior.

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Un Gobierno en minoría

Al giro en la política hacia Israel contribuye especialmente el hecho de que la supervivencia del Gobierno liberal, en minoría, depende del apoyo de los Nuevos Demócratas, de tendencia izquierdista, que reclama una línea más dura ante Israel. El éxito de la votación del lunes se produjo tras un acuerdo de última hora entre los dos socios de coalición. Los Nuevos Demócratas habían pedido al Gobierno que reconociera el Estado de Palestina, pero los liberales modificaron drásticamente la redacción del texto para indicar que Ottawa se limitará a trabajar por ese objetivo en el marco de la denominada solución de los dos Estados (literalmente, “trabajar con socios internacionales para perseguir activamente el objetivo de una paz global, justa y duradera en Oriente Próximo, incluido el establecimiento del Estado de Palestina como parte de una solución negociada de dos Estados”).

“La definición de la solución de los dos Estados [en la proposición de ley] fue realmente importante, ya que por supuesto sabemos que Canadá, como miembro del G-7, está enviando un mensaje a otros países del G-7”, declaró la ministra Joly tras la votación. La jefa de la diplomacia restó importancia, no obstante, a la moción de Nuevos Demócratas: “Nuestra posición ha sido clara, es una posición que muchos ministros de Asuntos Exteriores del G-7 han estado expresando en todo el mundo: un acuerdo sobre los rehenes, un alto el fuego humanitario y ayuda humanitaria para Gaza”.

La moción de los Nuevos Demócratas —aprobada por 204 votos a favor y 117 en contra, con el apoyo de los liberales, el Bloc Québécois y los Verdes— ha causado divisiones dentro de los liberales de Trudeau: tres de ellos votaron en contra y uno ha planteado la posibilidad de irse del partido. De manera similar al presidente de EE UU, Joe Biden, el propio Trudeau ha recorrido en estos cinco meses de guerra un camino que va de su férreo apoyo inicial a Israel a una postura más crítica y cada vez más irritada por la pérdida de decenas de miles de vidas y la catástrofe humanitaria que se desarrolla en la Franja. La estabilidad de su Gobierno en minoría depende del apoyo externo de los Nuevos Demócratas, pero al trasladar el resultado de esta moción no vinculante a su programa de Gobierno se arriesga a perder apoyos en sus filas. “Es un tema demasiado emocional (…) y eso se refleja en nuestras discusiones”, dijo Steve MacKinnon, líder de la bancada gubernamental.

Tras la votación, dos grupos de presión de distinto signo mostraron las enconadas posturas de la opinión pública sobre el conflicto. El lobby Canadienses por la Justicia y la Paz en Oriente Medio, apoyado por parte de la población de origen árabe y palestino, calificó la moción de “aguada” en un comunicado, pero afirmó que representaba un “pequeño paso adelante para poner fin a la complicidad canadiense en la guerra genocida de Israel en Gaza”. Por el contrario, el grupo de presión Centro para Israel y los Asuntos Judíos calificó el resultado de la votación de “equivocado y falso” por considerar que establece una equivalencia moral entre víctimas y verdugos.

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